¿Qué pasará con toda esta belleza?

Bienvenidos a todos,

Hoy es 8 de mayo de 2015. Celebramos hoy 10 años de los Indígenas de la república, 10 años de una organización política descolonial, radicalmente descolonial y autónoma, dirigida por y para los militantes nacidos de la historia colonial. 10 años son muchos y a la vez son pocos. Es por tanto un evento importante que deseamos celebrar dignamente. Volveré sobre este asunto más tarde.

 Pero el 8 de mayo significa también muchas otras cosas:

Para la Francia oficial y para una gran parte de los franceses, el 8 de mayo de 1945 es un día de fiesta. Para los descendientes de los colonizados y para los anticolonialistas es un día de duelo. Hoy estamos tristes. Pero más allá del duelo está el aspecto político de esta fecha, el 8 de mayo. Porque el día en el cual el nazismo fue vencido, el día en el cual la República y el Estado de derecho son restablecidos, Francia cometió una masacre en una de sus colonias. La fecha del 8 de mayo contiene todas las “contradicciones” de la república francesa de ayer y de hoy. La democracia para los franceses, el sistema colonial para los colonizados; los derechos humanos para unos, la tortura para otros; el universalismo para unos, el Indigenato para otros; y hoy, la ciudadanía para unos, la discriminación, los crímenes policiales, los controles por perfil racial y la negación de la historia para otros. Lo queramos o no, este pasado y este presente constituyen un ellos y un nosotros. Y si queremos salir de este punto muerto, de este cara a cara mortífero, huir de los conflictos, de las guerras civiles que se anuncian, es el momento crucial para confrontar estas “contradicciones” profundas que estructuran esta república amargada y nostálgica de esos tiempos benditos del poder colonial, este Estado Nación que no ha renunciado nunca a su imperio, y que todos los días crea las condiciones para un conflicto civilizacional del cual nadie saldrá indemne.

El 8 de mayo es todavía mucho más que todo lo que acabo de evocar.

Para comenzar, es el día después del 7 de mayo. El 7 de mayo de 1954 es la fecha de una victoria histórica y revolucionaria: la da Ðiện Biên Phủ en Vietnam. Una victoria histórica para los colonizados, una derrota histórica para los colonialistas.

El 8 de mayo es también dos días antes del 10 de mayo. Un día que fue “escogido” por los descendientes de los deportados africanos para conmemorar uno de los mayores crímenes contra la humanidad, el tráfico transatlántico, comúnmente llamado como “tráfico negrero”.

2015 es también un año cargado de símbolos pues conmemoramos cuatro grandes acontecimientos:

En primer lugar, como ya he comentado, se cumplen 70 años de las masacres de Sétif y Guelma en Argelia, cometidas por el ejército francés el 8 de mayo de 1945.

60 años de la conferencia de Bandung, celebrada en 1955.

 

10 años de la ley de reconocimiento a la alegada “obra positiva” francesa en sus colonias, votada el 23 de febrero de 2005.

Y por último, 10 años de los disturbios en los barrios marginalizados (banlieues) que pusieron Francia en llamas durante tres semanas en el otoño de 2005 y que agitaron tanto el poder como los observadores políticos.

Así es, el 8 de mayo es todo esto a la vez. Las derrotas y las victorias, los golpes bajos y las resistencias. Una herencia política inestimable, numerosas razones para mantener la fe en la lucha contra la opresión racista e imperialista.

Hoy estamos, por tanto, de duelo. Hoy es un día de conmemoración. Los indígenas conmemoran sobre todo para rendir homenaje a sus muertos. A todos aquellos en Madagascar, en Senegal, en Vietnam, en Túnez y en otros lugares, masacrados por las tropas coloniales. Conmemorar es recordar, es dar vida a estos muertos, es rehabilitar su combate, es devolver a los muertos su dignidad, es hacerles justicia. Conmemorar es borrar simbólicamente su dolor, es transformar a las víctimas en héroes. Los indígenas se niegan a olvidar porque olvidar sería dar por inútiles estas muertes. Rendir homenaje a estos muertos es perpetuar su recuerdo, significa inmortalizarlos, transformar estos muertos en actores de luchas actuales que son la continuación de sus batallas. Sin ningún ánimo de venganza aquí. Sino, simplemente, una voluntad de transformar el mundo para sentirnos bien. Es por esto que os propongo un momento de meditación con Said Akhelfi, un célebre flautista a quien agradezco su presencia aquí esta tarde y con quien vamos a rendir homenaje a las luchas de los condenados de la tierra.

 

Gracias, Said.

Y una vez más gracias a todas y a todos por estar presentes esta tarde.
Como ya he comentado, deseamos celebrar dignamente los 10 años del PIR. Así que os propongo presentaros el PIR, pues somos una organización que suscita enormes interrogantes, polémicas, a veces la admiración, a veces el odio. Pero raramente dejamos a alguien indiferente. He titulado esta intervención, que no será muy larga, así: ¿Qué pasará con toda esta belleza?

No voy a hacer aquí un balance político del PIR pues sería demasiado pesado. Diez años es poco y es mucho para una organización autónoma de militantes nacidos de la inmigración poscolonial. Es un milagro, realmente. Lo único que puedo decir es que estamos orgullosos de nuestro trabajo, de nuestra fe, de nuestra determinación. Estamos orgullosos de haber sobrevivido sin haber pedido ni un centavo a la administración pública, de haber sobrevivido sin nunca tener que someternos a la izquierda francesa, ni a ninguna otra fuerza política, ni tan siquiera a la izquierda radical. Estamos orgullosos de no haber renunciado a ninguna de nuestras convicciones, se trate de la existencia de un campo político blanco o de la existencia de las razas sociales. Estamos orgullosos de haber inventado nuestro propio vocabulario y de haber elaborado un pensamiento propio a partir de nuestra historia, de nuestra vivencia, y de nuestra realidad social. Estamos orgullosos de haber dado un fuerte contenido político a la noción de autonomía, de haber desarrollado nuestra propia política, nuestra propia estrategia, de haber inventado a nuestros aliados blancos o de haberlos sabido sacrificar cuando fue preciso. Estamos orgullosos de haber planteado como cuestión central el poder y la estrategia para alcanzarlo. Estamos orgullosos de haber comprendido a Abdelmalek Sayyad cuando nos enseñó que: existir es existir políticamente. Estamos orgullosos de ser los herederos. Y por encima de todo, estamos orgullosos de haber convencido a muchos árabes, negros, musulmanes que residen en los barrios marginales, de la realidad de un continuum colonial y de la necesidad de la autonomía. Seguramente que nuestros fracasos son más numerosos que nuestras victorias. Hicimos un balance crítico en nuestro libro: Somos los indígenas de la república (Nous sommes les indigènes de la république, Éditions Amsterdam, 2012). Entre nuestros grandes fracasos está no haber conseguido unificar, en una única organización, a las principales víctimas del racismo de Estado: negros, árabes-musulmanes y gitanos, o no haber podido conseguir todavía constituir una base social lo suficientemente significativa para tener peso en el juego político y crear una relación de fuerza susceptible de defender, de forma eficaz, los intereses de este grupo, de esta comunidad de condición que representa hoy la Francia por debajo de la Francia de abajo. La Francia de los guetos, la Francia de los barrios marginalizados.

Quisiera agradecer a todas aquellas y aquellos que nos han apoyado en un momento u otro durante esta década. Agradezco particularmente a aquellas y aquellos que se han acercado y que continúan a defendernos dentro de sus organizaciones. Nos parece que han sido muchos los que nos han dejado por el camino, pero son mucho los que se acercan y piensan que nuestro discurso y nuestra práctica son indispensables en un paisaje político como el francés, y es preciso que los respetemos. Agradezco a todos los militantes del PIR de ayer y de hoy. Agradezco particularmente a Sadri Khiari por su aporte teórico inestimable y que os aconsejo descubran pues es actualmente un pensador incontestable sobre la cuestión racial y descolonial en Francia. Quisiera igualmente agradecer a Youssef Boussoumah, infatigable militante de la causa palestina y del tercer mundo con quien numerosas generaciones de militantes se han cruzado desde los años 80. Quisiera agradecer a M’baïreh Lisette, militante chadiano-caribeño, compañero desde el primer momento, pues la experiencia militante constituye uno de los principales pilares de nuestra organización. Quisiera agradecer también a Ramón Grosfoguel, puertorriqueño, un militante descolonial inmenso, profesor en la Universidad de California en Berkeley, Estados Unidos, que siempre nos ha apoyado vivamente en nuestras acciones. A todos, nuestra más infinita gratitud. Y finalmente quiero agradecer al Ayuntamiento de Saint Denis que nos ha acogido esta tarde.

Tenemos amigos y tenemos enemigos. Enemigos irreductibles, entre ellos, todo el campo que va desde el Partido Socialista (PS) hasta la extrema derecha, pasado por la Unión por un Movimiento Popular (UMP) y la Unión de los Demócratas e Independientes (UDI). Porque entre ellos se han repartido el poder durante casi 40 años; porque ponen en práctica políticas abiertamente contrarias a los barrios y a la inmigración o porque son explícitamente racistas e imperialistas. No hay alianza posible con ellos. Con el resto, somos extremadamente críticos. Todos forman parte del campo político blanco; son todos, de una forma u otra, eurocéntricos y piensan a través de los intereses de las clases medias blancas o del proletariado blanco. Todos participan, de un modo u otro e incluso involuntariamente, de la exclusión política de los poscolonizados y de los residentes de los barrios marginalizados. No son necesariamente amigos de forma espontánea, pero es en este segmento que encontramos a nuestros aliados, nuestros compañeros de ruta cuando nos movilizamos contra los crímenes policiales, contra el racismo de Estado, por los sin-papeles, contra la francoáfrica (françafrique) o por la Palestina. Es por tanto con ellos y contra ellos que nos peleamos. Y por retomar una frase de Sadri Khiai: “Es porque la izquierda es nuestra compañera privilegiada que es nuestra principal adversaria”. Tenemos entonces los enemigos organizados: el PS, la derecha y la extrema derecha. Pero también las asociaciones: SOS Racismo, Ni Putas Ni Sumisas (NPNS), el Consejo Representativo de las Instituciones Judías de Francia (CRIF), la Liga de Defensa Judía (LDJ), los franceses de pura cepa (de suche), Igualdad y Reconciliación, la Alianza General contra el racismo y por el respeto de la identidad francesa y cristiana (AGRIF), y tantas otras. Y podríamos añadir, tras varios años y contra todo pronóstico, la dirección del Movimiento contra el Racismo y por la Amistad entre los Pueblos (MRAP), que nos ha hecho pasar por antisemitas. Esperamos que los militantes del MRAP sean lo suficientemente perspicaces para evitar la deriva nacional-republicana de esta asociación antirracista por la cual tuvimos mucho respeto en los tiempos de Mouloud Aounit. Podríamos añadir los medios de comunicación: Marianne, por ejemplo, que desde el principio nos tiene un odio declarado inconmensurable. Y también nos sentimos honrados de contar entre nuestros enemigos con personalidades mediáticas y no por ello menos importantes: Caroline Fourest, Elisabeth Lévy, Elisabeth Badinter, Philippe Val, Yvan Rioufol, entre muchas otras. Pero el PIR tiene su enemigo preferido porque entre todos ellos es, sin duda alguna, el más sincero y, ciertamente, el más loco: Alain Finkielkraut. Y en nuestro aniversario no podríamos dejar de honrar a quien tan fielmente nos ha acompañado durante estos 10 años. Tengan el placer de escucharlo: “No hay indígenas en Francia”. Sí, Sr. Finkielkraut, hay muchos indígenas en Francia, su lucha es prueba de ello. De hecho, existe en Francia una lucha de razas sociales. La palabra da miedo y, sin embargo, no hay nada más banal que la lucha de razas sociales. Es tan banal que no la vemos. No obstante, estructura nuestra vida cotidiana. La lucha de razas sociales o la manifestación de las resistencias de las razas sociales está por todas partes:

La lucha de los albergues de la Sociedad Nacional para la Construcción de Viviendas para los Trabajadores Argelinos (Société Nationale de Construction de logements pour les Travailleurs Algériens – SONACOTRA).

De los sin papeles.

Contra la doble condena.

La lucha del Colectivo contra la Islamofobia en Francia (CCIF), de la organización Las Mamás todas iguales (MTE, Mamans Toutes Egales) por una escuela para todos y todas.

Contra los crímenes policiales o el perfil racial.

Las grandes movilizaciones de aquellos a quienes nos referimos como la “Generación Gaza”, contra los bombardeos en 2009 y 2014.

La lucha por las reparaciones o la memoria de la esclavización.

Las luchas de las asociaciones de los barrios por conseguir el permiso de construcción de una mezquita.

La reunión anual de los musulmanes de Europa en Bourget, una expresión de la resistencia cultural de los musulmanes.

El éxito de Tariq Ramadan y la atención que la juventud musulmana le da desde hace 20 años, cuando se desinteresan masivamente por las organizaciones políticas tradicionales.

La movilización contra Exhibit 8, esta exposición que ha sido considerada por los descendientes de africanos como un insulto a su historia y a su integridad moral y física.

Pero también, aquellas y aquellos que han querido expresar que, incluso condenando los atentados, ellas y ellos no eran Charlie.

Las luchas de las razas sociales son las luchas que transforman Francia y son el resultado de las luchas sociales y mejoran la vida de todos.

Pero a veces estas resistencias son ambivalentes, sorprendentes, extrañas.

Cuando los musulmanes quieren ofrecer flores a los transeúntes para explicarles que el islam es bueno, el islam no es lo que nosotros nos pensamos. Es una manifestación de la resistencia indígena. Es verdad, muy naif, ciertamente defensivo, pero es preciso que la reconozcamos.

Cuando los negros se esfuerzan por identificar todas las invenciones y descubrimientos que debemos a los africanos para tratar de demostrar su existencia, que son capaces de inventar, ésta es siempre una respuesta ingenua pero es, de todas formas, una respuesta al desprecio negrófobo, a la negación de una civilización impuesta sobre los pueblos africanos durante 500 años.

Lanzar una campaña contra el Partido Comunista (PC) o el PS y defender el derecho de vengarse de los primeros, es también una prueba de la lucha de razas sociales. La basculación de numerosos militantes de los barrios hacia la derecha para castigar a la izquierda y algunas veces para derrotar a las alcaldías socialistas y comunistas, es una lucha de razas sociales. Pues liberarse de la izquierda paternalista es un acto de resistencia indígena, ambivalente, que muy probablemente conduce a callejones sin salida. Pero también es preciso saber reconocer la lucha de razas sociales.

La acción de traidores como Rachida Dati, Malek Boutih o Rama Yade, es también una manifestación de la lucha de razas sociales. Su ambición devoradora, su ascensión como el “buen amigo” de la inmigración que necesitan que nos pisoteen para tener éxito es, desde luego, una manifestación de la lucha individual y egoísta de las razas sociales. Cuando Rachida Dati es nombrada ministra de justicia – un ministerio grandioso –, cuando está en la cima de su gloria y por muy traidora que sea, no puede dejar de pensar en su madre Zohra (el nombre que dará a su hija) y el camino recorrido por un hija de trabajadores magrebíes. Se ha vengado de la historia.

Aunque los tengamos que combatir, los traidores participan, a su manera, de la lucha indígena.

En fin, la forma en que las razas sociales se manifiestan puede tener una dimensión directamente odiosa y asustadora. Los atentados contra Charlie Hebdo y el supermercado Kosher son un ejemplo.

Entre las razas sociales hay de lo peor y de lo mejor. Desde las que son como los Osos Amorosos a las más liberadoras, pasando por las más dementes y destructivas. Hay luchas que nos impulsan colectivamente hacia adelante y otras que nos hacen retroceder.

Estos son los obstáculos del sistema racial que empuja a sus víctimas a ofrecer flores, a hacer listas de inventos o que produce los Mohamed Merah, los Coulibaly y los Kouachi.

Es a esta altura de mi intervención que quisiera evocar una cuestión fundamental planteada por James Baldwin, el gran escritor afroamericano que nos dejó una literatura fabulosa y que tenemos que descubrir urgentemente. Su cuestión era: “¿Qué pasará con toda esta belleza?” Cito: “¿Qué pasará con toda esta belleza? Pues los negros, aunque algunos de nosotros, negros y blancos, todavía no lo vean, son muy bellos. Y cuando se está sentado en la mesa de Elías, hablamos de la venganza de Dios: y cuando esta venganza sea consumada, ¿qué pasará con toda esta belleza? También sentí que la intransigencia y la ignorancia del mundo blanco puede que convierta esta venganza en inevitable”.

Cuando James Baldwin plantea esta cuestión: ¿qué pasará con toda esta belleza?, se preocupa. Se preocupa por los negros y por nosotros. Se preocupa por nuestra belleza. Se preocupa porque siente que este sistema nos va a devorar, a maltratar, a corromper. Se preocupa porque se pregunta por nuestra capacidad de permanecer humanos. De respetarnos los unos a los otros. De amarnos los unos a los otros sin, a cambio, poner la otra mejilla.

Quisiera referirme aquí a quien ofende nuestra belleza y que se lleva una parte de nosotros, y más exactamente, que nos integra, por su obscenidad, en la historia terrorífica de la modernidad occidental y de todo lo que ha producido de más abyecto.

En el PIR somos anticolonialistas y, por lo tanto, antisionistas. Nada nos impedirá que apoyemos la justa causa del pueblo palestino, nada nos impedirá que apoyemos su resistencia incluso cuando es armada o islámica. Como nos recuerda Nelson Mandela, es el opresor que determina los medios de la lucha. Y nosotros nunca nos dejaremos intimidar por cualquier acusación de antisemitismo. Nada, repito, nada, hará de nosotros profanadores de las memorias y de las tumbas. Nada hará de nosotros vulgares negacionistas.

La cuestión palestina, que nos es especialmente querida, no debe convertirse en pretexto para que los pequeños fachas nos inculquen el veneno del odio bajo cualquier forma. Seguir y ceder a este tipo de provocación significa integrarse a la estructura mental del imperialismo y del racismo occidental, someterse a las ideologías que han exterminado a nuestros ancestros antes del genocidio de los judíos y de los gitanos. ¿Estamos preparados para abandonar nuestra belleza? ¿Para liquidarla, venderla a la misma gente que nos oprime y nos desprecia? Estaremos hasta tal punto asimilados y corrompidos como para reírnos con los cortes de manga (quennelle) ante el memorial del Holocausto, sobre la tumba de las víctimas a quienes debemos respeto, como a todos los muertos por los crímenes de Occidente. Lo mismo ocurre con los asesinatos del pasado 7 de enero en París. Indígenas, negros y musulmanes han cometido los crímenes. En el PIR sabemos perfectamente que estos asesinos que son parte de nuestro cuerpo social, son el producto de Francia, y que son sobre todo las criaturas de la violencia imperialista. Sabemos que son el producto del racismo, la islamofobia, la negrofobia, del gueto social en el que fueron encarcelados, de las terribles guerras imperialistas en Irak, en Afganistán, en Palestina. Pero no ignoramos la responsabilidad del ámbito político llamado “progresista” o de la izquierda que continúa a pensar los suburbios a través de cuadros de análisis estrictamente economicistas, que marginan la cuestión racial, las cuestiones de identidad y religiosas y, por lo tanto, la cuestión fundamental de nuestra dignidad burlada. Tampoco subestimamos nuestras propias responsabilidades. Sabemos que si los hermanos Kouachi querían vengar al Profeta del islam, ‘alayhi wa salam’, es porque aún somos pocos y débilmente organizados para defender la santidad de los condenados de la tierra; sabemos que si Coulibaly mató a judíos, es porque no estamos organizados lo suficiente como para ofrecer una alternativa creíble contra jerarquización estatal de las comunidades en creando así la competencia entre ellas – un fenómeno que debe ser denominado de filosemitismo de Estado –, y por defender a los palestinos del movimiento sionista en Francia. La basculación dentro en esta violencia ciega, eso es lo que apremiaba a James Baldwin. Los negros son bellos, ¿qué pasará con toda esta belleza?

En otro libro, Negro como Yo (Black like Me, de John Howard Griffin), un blanco que se transforma en negro y cuenta su experiencia como negro en la América de los años 1950, se encuentra con un negro que le dice lo siguiente sobre los blancos: “Son hijos de Dios como nosotros. Dios nos lo dijo rotundamente. Debemos amarlos. Veamos: si los detestamos, nos rebajamos a su nivel (…). Si los dejamos de amar, entonces ellos vencerán. Habrían conseguido la destrucción de nuestra raza, ciertamente. Habrían conseguido que tocáramos fondo”.

En el PIR, somos conscientes del significado político y la pertinencia de la cuestión planteada por James Baldwin. ¿Qué pasará con nuestra belleza? ¿Qué pasará con nuestra herencia de luchas, qué pasará con Césaire, con Fanon, con Lumumba, con Djamila Bouhired, con Solitude, con Lalla Fatma Nsemeur, con Malcolm X? ¿Somos sus herederos o no? En otras palabras, ¿somos capaces de salvar esta belleza? ¿Somos capaces de seguir sus pasos y de preservar la esperanza de una humanidad fraterna, la que denuncia las injusticias de un sistema pero que no puede, de ninguna manera, tomarla con grupos humanos por lo que son?

Hoy en día, en una Europa en crisis económica, una Europa donde las extremas derechas alcanzan niveles preocupantes, una Europa cada vez más cerrada e indiferente a los miles de migrantes que mueren de manera atroz en ese cementerio en que se ha convertido el mediterráneo, nuestro desafío es alejarnos de un destino que podría convertirnos en tropas auxiliares, en cómplices de esta Europa egoísta. Nuestro desafío es continuar la lucha descolonial. Salvar la belleza de los indígenas.

Y esta tarde, la perpetuaremos. Con las mujeres, las mujeres en lucha, las mujeres insumisas, las mujeres que son las dignas herederas de los muertos que conmemoramos esta tarde, las hermanas en lucha que persisten en su combate contra las injusticias y las desigualdades, su lucha por la dignidad. Las luchas de las mujeres nacidas de la historia colonial que el PIR desea honrar por dos razones principales:

En primer lugar: nosotras, las mujeres en lucha y nacidas de la historia colonial somos ignoradas. En este país somos oprimidas por ser sujetos poscoloniales, por ser mujeres y por ser pobres. Somos oprimidas por ser trabajadoras, por ser madres, por ser hermanas, por ser hijas de inmigrantes y de obreros. Nuestro fardo es pesado de llevar. Nos extenúa. En adición a las violencias del Estado, soportamos la violencia de los hombres (física y moral), una violencia reforzada porque nuestros hermanos son ellos propios las víctimas de violencias estructurales que los corrompen y que a veces nos hacer pagar con un precio muy alto. Y por tanto, estamos ahí. Y, contrariamente a lo que se dice, estamos ahí, al lado de nuestras familias, de nuestros hijos, de nuestras madres, de nuestros padres, de nuestros hermanos y de nuestros barrios. Nunca hemos abandonado el campo de batalla. Hoy queremos que nuestras luchas sean reconocidas e inscritas como patrimonio de las luchas de la inmigración y de los barrios marginalizados e incluso más: que sean inscritas como parte de las luchas de emancipación que todos los días reinventan, transforman Francia.

En segundo lugar: porque rechazamos que el Estado colonialista francés nos instrumentalice contra nuestras comunidades o contra los hombres de nuestros hogares. Rechazamos ser las NPNS al servicio del patriarcado blanco e imperialista. Estamos radicalmente en contra de la racialización de los hombres no blancos pues pagamos la humillación a un alto precio. Es por esto que nos honra que más de 20 mujeres, militantes nacidas de la historia colonial, hayan aceptado nuestra invitación. Aquí están:

Amal Bentounsi, Hanifa Taguelmint, Zohra el Yamni, Sihame Assbague, Hanane Karimi, Casey, Malika Salaun, Louisa Yousfi, Bams, Vanessa Thompson, Maboula Soumahoro, Sarah Carmona, Anina Ciuciu, Lila Charef, Nacira Guénif-Souilamas, Ismahane Chouder, Aya Ramadan, Joby Valente, Françoise Vergès, Soraya el Kahlaoui, Mireille Fanon Mendès-France, Bahija Benkouka.

Desde el fondo del corazón, les doy las gracias.

Ya lo dije al inicio, el PIR ha querido festejar sus 10 años dignamente. Y no vemos cómo lo podríamos celebrar de una forma más digna que hoy. En efecto, una gran señora, una gran militante, una mujer que nos ha hecho sentir orgullosas, que nos continua a hacer sentir orgullosas a millones de personas en todo el mundo ha aceptado estar con nosotros, celebrar nuestra labor, nuestro compromiso. Puede ser… pero seguramente estoy siendo presuntuosa. Una belleza que queremos salvar. Esta señora, esta bella señora en el sentido de James Baldwin, es Angela Davis.

 

Houria Bouteldja, Saint Denis, 8 de mayo de 2015.

 

Traducido del francés por Silvia Rodriguez Maeso

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